Récord: más de tres millones de visitantes extranjeros. En 2003 contribuyó al comercio exterior con más de 2000 millones de dólares y, en concepto de ingreso de divisas, la "industria de exportación de servicios de turismo", superó al aceite de soja, a los metales, a los cereales y a las carnes.
Inglés, francés, alemán, italiano, ruso, portugués, japonés... Son los idiomas que se escuchan a borbotones por las rutas argentinas. Ya no son patrimonio exclusivo de la calle Florida, en Buenos Aires, ni de las atracciones turísticas clásicas con las que se vende nuestro país en los folletos de Europa, Asia y Estados Unidos. Hoy, se cuelan en las callecitas de toda provincia, en algún pueblo remoto de la Puna, en un abandonado casco de estancia de la Patagonia o en una cantina salteña de la minúscula Iruya, por citar apenas unos casos. Los números corroboran esta experiencia: la última temporada fue récord: llegaron al país un 18% más de turistas (alrededor de 3,3 millones de personas) y trajeron un 37% más de divisas que en 2002, por un total de 2018 millones de dólares.
El dato clave para el comercio exterior es que la industria de exportación de servicios de turismo (facturación en dólares por la prestación de servicios de hotelería, gastronomía, transporte y guías de turismo, entre otros) es la tercera del país, superada sólo por las ventas de harinas de soja y aceites de petróleo.
Cuestión de imagen
Si los acontecimientos políticos y económicos de 2001 y 2002 transformaron a la Argentina en una "antimarca" por la mala imagen que transmitía, que la Patagonia se posicione en el ideario turístico extranjero con marca propia no para de reportar beneficios al país. El Calafate, en Santa Cruz, se destacó como destino del turismo extranjero, en gran parte por el atractivo del glaciar Perito Moreno. En esta localidad, cuya segunda industria es la construcción, el gasto promedio de los turistas fue de 334 pesos por día y una ocupación hotelera superior al 80%.
No obstante, los destinos no tradicionales también crecen de la mano de los extranjeros. Por ejemplo Cachi, en Salta, tuvo un 91,5% de ocupación hotelera, uno de los índices más altos de todo el país, superando a Villa La Angostura (88%) y Pinamar (81%).
Doce años atrás, en Salta, se abrió el primer hostel para extranjeros. Hoy suman veinte, pero la oferta se amplía si se consideran otros hostales identificados como residenciales. La Secretaría de Turismo salteña señala que mientras en 2002 se registraron 66.205 visitantes, ese número saltó a 208.892 extranjeros en 2003, un 215% de aumento, que superó el crecimiento anual de entre el 15 y 20 por ciento desde la década del 90. Aquí, ejemplos:
Frank y Heike Newman, dos alemanes que se enamoraron de "La linda", comenzaron en 1991 con un jeep a hacer excursiones por la zona andina de entre 10 y 20 pasajeros por mes y hoy transportan 200 a la Puna.
En 1992, José Lucero abrió su hostel de 20 camas Backpackea´s, exclusivamente para extranjeros. Hoy cuenta con 70.
Hernán Uriburu, un pionero del ecoturismo, les asigna a los extranjeros el crecimiento de la actividad: cuando empezó, en los 70, el 95% de los clientes era mayoritariamente europeo, y luego se fueron sumando los argentinos.
En la otra punta del país, Ushuaia experimenta el auge del turismo de elite que se debate entre los cruceros (los que van a la Antártida cuestan entre 2800 y 5700 dólares por persona) y un tipo de turismo muy buscado por el europeo: el de las estancias. Roberto Fernández Speroni, de la estancia María Behety de Tierra del Fuego, dijo que por primera vez se trabajó en forma continua en enero y febrero. "Los turistas que llegaron fueron extranjeros en un 30%." Este porcentaje asciende a entre 60 y 80% en los cotos de caza. "Los cascos se adaptan para recibir gente y en los campos se invierte en servicios, como el de los masajes y los baños de fango."
Patagonia vende el horizonte, la naturaleza, con su flora y fauna. "Hay que entender que éstas son cosas que no existen en otras partes del mundo", señala Guillermo Paats, operador turístico de Puerto Madryn.
Entre las bellezas que se promocionan, varias fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco, como la Península Valdés, que Paats conoce como su palma: allí tiene un hotel de campo de 27 habitaciones en el faro Punta Delgada (que se encuentra activo y cumplirá 100 años en 2005) y la estancia San Lorenzo, en Punta Norte. "En pocos lugares del mundo existe la posibilidad de estar en un zoológico natural como es Península Valdés", dice, y enumera los elefantes y lobos marinos, los pingüinos, las ballenas y las orcas, que atraen desde el turismo ecológico y de simple avistaje "hasta una inmensa cantidad de fotógrafos y productores de TV que, desde los tiempos de Cousteau, se quedan esperando el salto más impresionante de las ballenas o el momento en que las orcas atrapan los lobos para alimentarse".
Hacia el noreste, otro patrimonio con marca propia, las cataratas del Iguazú, también batió récords este año: sólo en el verano visitaron las Cataratas más de 200.000 personas, por lo que se espera que 2004 finalice con un millón de turistas.
Con el turismo, una de las firmas que más se benefició fue la unión transitoria de empresas (UTE) a cargo de la explotación del parque nacional. En 2000 ganó la licitación y realizó inversiones en refacción y ampliación de pasarelas destruidas por las grandes crecientes, paseos y senderos por los circuitos superior e inferior que bordean los casi 200 saltos del lado argentino, la construcción de un museo, un anfiteatro, nuevos accesos, baños, comedores y playas de estacionamiento, y el tendido de siete kilómetros de vías férreas por donde corre el tren ecológico que llega hasta cercanías de la Garganta del Diablo, la mayor de las cascadas.
Para los que no se contentan con la contemplación, la empresa Jungle Explorer, de Eduardo Arrabal, ofrece excursiones en gomones con motor que se adentran por el estuario del torrentoso río hasta el pie de los saltos, o los safaris fotográficos en canoas por el curso superior del Iguazú.
Hay que destacar el aumento de las estancias rurales (antiguas casas de colonos transformadas en alojamientos) en Misiones, que ya suman alrededor de 50, y un párrafo aparte merecen las Reducciones de San Ignacio, Loreto y Santa Ana y María la Mayor, visitadas por historiadores e investigadores de todo el mundo que vienen a observar estos edificios de piedras rojizas que albergaban a los guaraníes bajo la mirada rectora de sacerdotes jesuitas.
Por Emiliano Galli
Colaboraron las corresponsalías de Córdoba, Misiones y Salta.
Fuente Diario La Nación