A lo largo de la historia, y en función de la disponibilidad de los factores de la producción, cada país ha ido tomando una especialización en la producción de determinados productos. Así, el café era marca de Brasil y luego se extendió a Colombia, el azúcar patrimonio de Cuba, los bananos de Ecuador y las maquinarias de Alemania.
Pero desde hace unos pocos años, en que los valores de los servicios intercambiados mundialmente, superaron a los importes de los productos tangibles, la naturaleza de los factores necesarios para producir productos o servicios ha cambiado, así como —por la facilitación de las comunicaciones— se han relativizado los países, lugares o plazas donde el productor esté instalado.
Argentina, con una marca de país productor de frutos, lanas, granos, carnes y cueros —y recientemente minerales— está sorprendiéndonos con la producción de servicios de distinta naturaleza y sorprendiendo al mundo con la exportación de la mayoría de ellos de mayor éxito como los de diseño, tanto industrial como textil, e informáticos.
Diseños de ingeniería, programas administrativo contables, proyectos de arquitectura, salud, capacitación, diseños gráficos, programas de distinta naturaleza, son algunos de estos "nuevos productos de exportación".
Hasta allí seria una noticia a lo sumo curiosa. Pero hay varios puntos interesantes que se desprenden de ella. Si consideramos que sólo para la exportación de estos servicios informáticos (soft), las cifras oficiales preliminares para el 2003 alcanzan los US$ 220 millones, siendo este número el doble de lo exportado en 2002, a no dudar que la cifra es muy superior, considerando los importes que han quedado en cuentas del exterior. No hay que olvidar que al no tener un control aduanero, por falta de un producto físico o tangible, son operaciones fácilmente ocultables al fisco.
Más allá de eso, el fuerte crecimiento del sector habla a las claras de la calificación de los profesionales argentinos dedicados a esta producción que está cambiando la marca país.
Lo que no sabemos es si, para comenzar a aplicar mayores controles a esta posible emigración de servicios y talentos, o tratar de evitar el ingreso de divisas por este crecimiento explosivo en su exportación o, en última instancia, para fortalecer el sector, en diciembre pasado el Congreso aprobó un proyecto de ley. Es original en toda Sudamérica y considera a la producción de software como una actividad productiva de transformación, asimilable a una actividad industrial a los fines de la percepción de beneficios impositivos o crediticios.
Esperemos que muy pronto tengamos una ley que permita fortalecer un sector que, sin dudas, nos hace quedar muy bien en el exterior y que no tiene dependencia política ni de condiciones climáticas.
Por Carlos Ledesma
Fuente Diario La Razón