Asturias mejora al rebufo de España. La tasa de crecimiento de su economía en 2005 -un 2,9%, según los datos que acaba de hacer públicos el Instituto Nacional de Estadística (INE)- no fue en modo alguno desdeñable, si se la compara con la media de la de los países de la Unión Europea, que se situó en la mitad.
Pero en el contexto español es un resultado pobre, ya que sólo el producto interior bruto (PIB) de Baleares, que pasa por un período de estancamiento como consecuencia de la crisis de su turismo, tuvo un incremento menor que el asturiano. Si se amplía la perspectiva temporal, Asturias no sale mejor parada: es, también detrás de Baleares, la segunda región que menos creció en los últimos cinco años. Pero con una gran diferencia: mientras Baleares se mantiene claramente por encima de la media nacional, tanto en PIB per cápita como en renta familiar disponible, como herencia de sus recientes años de bonanza (que fueron los de la economía de Alemania, su principal cliente turístico), Asturias sigue perdiendo posiciones en esos índices. El PIB per cápita asturiano sólo supera al de cinco regiones. Y si la renta familiar disponible sale mejor parada, al situarse en el décimo lugar del país, es gracias al efecto de las transferencias (por ejemplo, las prejubilaciones), que, como se sabe, es transitorio. Y no se prevé un cambio de tendencia: la red Hispalink pronostica que Asturias será una de las regiones que menos crezca en los dos próximos años.
Una de las razones del insuficiente crecimiento asturiano es la falta de competitividad de su economía. Y esa carencia se manifiesta, sobre todo, en el mercado exterior. El déficit de su balanza comercial (exportaciones menos importaciones) ha venido aumentando en estos últimos años hasta alcanzar un récord en 2005, con 599 millones de euros. Ese déficit refleja un serio problema de competitividad estructural y, si no se corrigen sus causas, es una seria amenaza de cara al futuro. Asturias no debe renunciar a tratar de reducir sus importaciones. En algunos aspectos esa reducción no parece posible ni siquiera deseable. El principal renglón de las importaciones asturianas (un 44% en 2003) lo constituyen el carbón, el mineral de hierro y el de cinc, que consumen las grandes industrias metalúrgicas y energéticas establecidas en la región. Sí puede hacerlo desarrollando la investigación propia para mejorar la eficiencia de sus empresas, en vez de recurrir al mercado exterior para adquirir tecnología. Pero, sobre todo, Asturias necesita esforzarse en mejorar sus exportaciones, uno de los aspectos más débiles de su economía.
Aunque las exportaciones asturianas presentan una evolución positiva en los últimos años -han pasado de los 815 millones de euros en 2003 a los 2.414 en 2005- las cifras no deben llamar a engaño, y no sólo por la influencia que haya tenido el aumento de los precios. Casi el 90% de ese volumen depende de muy pocas empresas (Aceralia, sobre todo, y Asturiana de Zinc, pero también Suzuki, Química del Nalón, DuPont, Ence, HC Energía, Thyssen y la construcción naval), pertenecientes a sectores maduros, que se mueven en mercados también maduros (el 75% de las exportaciones asturianas se concentran en unos pocos países de la Unión Europea). Se trata, sin duda, de una base muy sólida, fundamental para Asturias, pero que resulta muy difícil de aumentar. En cambio Asturias apenas ha conseguido poner en el mercado productos nuevos o introducirse en los mercados emergentes, que posibilitan un crecimiento rápido.
Esa misión, sin duda histórica para la economía asturiana, no excluye a nadie. Es muy significativo que una de las más veteranas empresas asturianas, Duro Felguera, haya sabido encontrar en el mercado exterior claras oportunidades para apuntalar su futuro. Pero la aventura de salir al exterior a buscar los mercados que, por imperativos derivados del tamaño, nunca encontrarán en Asturias o en España, corresponde, sobre todo, a las pequeñas y medianas empresas. A las que hay y a las muchas más que debe haber para que nuestra región cree la riqueza y el empleo que necesita.
Hasta el momento son muy pocas las que lo han intentado. En Asturias el número de empresas exportadoras se eleva a algo más de 700, si se incluye a todas las que han vendido alguna vez en el extranjero. El número es muy bajo, pues apenas supone el uno por ciento del total de las empresas asturianas. Pero se convierte en insignificante si lo restringimos a las empresas que exportan de forma habitual, que apenas son 250. En Murcia, una región uniprovincial como Asturias y de población similar, aunque con una base de partida mucho peor, las empresas que exportan habitualmente son más de 1500. No es ocioso añadir que Murcia fue la región española que más creció en 2005 y una de las que más lo ha hecho en los últimos cinco años.
Para Asturias exportar mucho más supondría, a la vez, aprovechar las oportunidades y defenderse de los riesgos de un mercado para que el ya no hay límites espaciales, tanto para comprar como para vender. Es, por tanto, un reto de supervivencia, que se plantea, además, con carácter urgente.
La reciente constitución de Asturex, en cuyo capital participan el Principado, FADE, las cámaras de Comercio y Cajastur, se presenta como un nuevo intento de abordar, desde una perspectiva asturiana global, ese problema clave, superando las insuficiencias y errores de intentos anteriores. Su objetivo fundamental será ayudar a las pequeñas y medianas empresas asturianas a convertirse en exportadoras, para lo que tratará de contribuir a la diversificación sectorial de las exportaciones y de los mercados. Los nueve millones de euros anuales que se destinarán al respecto pueden ser muchos o pocos según se apliquen o no eficazmente.
No son pocos en Asturias los expertos, entre ellos empresarios que ya han logrado superar con éxito la salida al exterior, que insisten en que más que esfuerzos en promoción exterior lo que necesitan muchas empresas asturianas para convertirse en exportadoras es orientar los esfuerzos hacia dentro, para definir con claridad los productos a ofrecer, así como una estructura de costes eficiente que permita enfocar con precisión la investigación y la innovación para hacerlos más competitivos. Muchas empresas tendrían dificultades, por su pequeño tamaño, para realizar esa labor con sus propios medios y en ese ámbito encajaría el apoyo de entes como el que ahora se pone en marcha, así como, en una fase posterior, la colaboración en el acceso a los mercados. En síntesis, el objetivo sería que en Asturias se desarrollaran estructuras de producción competitivas y luego se aplicaran estrategias comerciales adecuadas.
Hasta ahora se ha hecho muy poco en ese sentido, pero nunca es tarde para empezar a trabajar de forma consistente, con la vista puesta tal vez en el medio plazo, aunque sin renunciar a las conquistas inmediatas. Porque lo que hay que tener bien claro es que si Asturias fracasa en la apertura de su economía al exterior, ya sea porque renuncie a intentarlo o porque lo intente de forma inadecuada, quedará abocada no sólo al estancamiento, sino a una segura decadencia. LNE – La Nueva España
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