El Parlamento Europeo aprobó ayer el etiquetado obligatorio para los productos alimenticios que contengan organismos genéticamente modificados (OGM).
La medida, que viene siendo debatida desde hace cinco años, deberá ser ratificada por los ministerios de Medio Ambiente de la Unión Europea y por la Comisión Europea, originó los rechazos de Estados Unidos y de la Argentina, los países con mayor superficie implantada con cultivos OGM. "No hay ninguna razón científica para establecer barreras para la comercialización de los productos derivados de la biotecnología", dijo el director de Mercados Agroalimentarios de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos (Sagpya) Gustavo Idígoras.
El vocero de la oficina de la Representación Comercial de Estados Unidos, Richard Mills, señaló a la agencia Reuters que "los consumidores europeos no deberían aceptar ni un sistema regulatorio deplorablemente ineficiente, ni uno oneroso y no científico que reprime las innovaciones y bloquea el acceso a los mejores alimentos que hay en el mundo".
Los Estados Unidos, con el apoyo de la Argentina, Canadá, Egipto y otros países, inició una demanda contra la UE en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por las restricciones que impusieron los europeos a los cultivos transgénicos.
"Seguiremos manteniendo la consulta en la OMC", añadió Idígoras.
En tanto, Alejandro Delfino, director de la Sociedad Rural Argentina (SRA), consideró que el etiquetado encarecerá los costos de los productores agropecuarios argentinos.
"Aunque creemos que debemos respetar lo que piden nuestros clientes, es una medida paraarancelaria porque los europeos no pagan un plus significativo por los cultivos no OGM", añadió.
Los cultivos OGM consisten, básicamente, en la modificación de la estructura genética de una planta para dotarla de características resistentes a determinadas enfermedades y permitir un menor uso de agroquímicos. En la Argentina, estos materiales comenzaron a aplicarse en 1996 con la soja, lo que permitió reducir notablemente los costos de producción de la oleaginosa. Ese factor fue clave para promover la expansión de la soja, que en la campaña agrícola que acaba de finalizar alcanzó el récord de 35 millones de toneladas.
A su vez, la industria oleaginosa, que alcanza la producción de pellets, porotos, harinas y aceites de soja, es el principal complejo exportador del país con un cuarto de las ventas totales. En el país también se siembran maíz y algodón modificados genéticamente, aunque en menor proporción que la soja.
"Así como está la norma parece de difícil aplicabilidad, tanto para la Argentina como para Estados Unidos y Brasil por la soja transgénica. Son medidas que obstaculizan, complican el libre comercio de granos", dijo a Reuters Antonio Aracre, presidente de la Asociación de Semilleros Argentinos y directivo de Syngenta Seeds. "Rescato de esto que Europa ha tomado una decisión que es hablar de los transgénicos, que hasta ahora parecía que no quería ni hablar", añadió.
Apoyo
En Europa, los funcionarios vinculados con los temas de medio ambiente y las organizaciones ecologistas apoyaron el etiquetado obligatorio porque consideran que los alimentos con OGM no son seguros.
"Esto les dará a los consumidores una mayor confianza acerca de que la seguridad de los productos genéticamente modificados será garantizada de manera independiente por la Autoridad de Seguridad Alimentaria Europea", afirmó el comisario de Consumo, David Byrne, en declaraciones a la agencia AFP.
La organización Greenpeace señaló que "es una victoria histórica de los consumidores" y destacó como positiva la "resistencia" europea pese a la campaña de Estados Unidos por liberalizar las restricciones existentes para el consumo de estos productos en el Viejo Continente. "Es una bofetada al gobierno norteamericano", añadió la entidad ecologista.
Fuente Diario La Nacion