El sector externo y el sector agropecuario fueron los ejes de la actividad económica del país desde fines del siglo XIX hasta la década de 1930. 1891 fue el último año en que se importó trigo para atender el consumo de su población, pues recién comenzaba el ingreso de la inmigración en gran escala. El “milagro” no tardó en concretarse y, para fines de esa década, Argentina ya producía tres millones de toneladas de trigo que permitían disponer
de crecidos saldos exportables, suficientes como para ser bautizada como el “granero del mundo”.
La
generación de divisas provenía de esa actividad, complementada por las
ventas externas de maíz, lino y carne vacuna (previamente sometida a una
intensa purificación de razas, con el objeto de satisfacer el paladar
inglés).
Dado que en el orbe estaba vigente el régimen denominado
de “libre cambio”, que comenzó a fenecer a mediados de 1929,
el
superávit alcanzaba para proveerse de lo indispensable. La debilidad
del esquema se hizo evidente a partir de la denominada “quiebra de la
Bolsa de Wall Street” pues, para tratar
de evitar los efectos de la
Gran Crisis desatada, se optó, en forma generalizada, por restringir al
máximo las importaciones.
Esta situación sobreviniente dejó al
descubierto el grado de labilidad e hizo vivir años muy comprometidos,
que incluyeron también el período de la Segunda Guerra Mundial. Ello
obligó a introducir medidas de carácter proteccionista para superar las
privaciones y, en paralelo, promover la creación de ramas industriales
que permitieron optar por un régimen “sustitutivo” para ahorrar el uso
de divisas.
El proceso de posguerra
En el quinquenio
1946-1950, la demanda de alimentos por parte de una Europa hambrienta y
destruida arrojó abundantes saldos favorables, pero esto no tuvo
continuidad.
Esa nueva realidad se encaró dando especial
prioridad a completar internamente la oferta de bienes de consumo
cubriendo los eslabones faltantes, a lo que luego se sumaron, de manera
progresiva, una parte de los denominados intermedios, indispensables
para desarrollar otras ramas más diversificadas y complejas.
Por
falta de medios técnicos y financieros, se retrasó bastante la
elaboración de los bienes de inversión que hubieran permitido disponer
de un mejor y más actualizado equipamiento autóctono.
Esta
compleja etapa se logró satisfacer de modo parcial, aunque en dosis
aceptables, y se incorporaron procesos inexistentes hasta fines de 1974,
año en que termina de manera abrupta de elevarse la curva ascendente
del producto interno bruto (PIB).
Desde 1975 se reiteran, con
administraciones militares y civiles, sendos intentos de retorno al
esquema del libre cambio, los que culminaron con la agudísima crisis del
trienio 1999-2002.
La recuperación del período 2003-2012
Un
rápido análisis de los datos estadísticos permite verificar que, en muy
alta medida, los más significativos logros alcanzados en materia de
comercio exterior se concretaron en el último decenio.
Para
ratificarlo, basta con mencionar que, en su año inicial (2003), las
exportaciones ascendieron a 29.566 millones de dólares y las
importaciones a 13.833 millones de dólares, y en 2011 se llegó a 83.950 y
73.935 millones de dólares, respectivamente. Es decir, se multiplicaron
por 2,84 y 5,34 veces.
Surge con nitidez que, si bien ambas
dieron verdaderos “saltos”, las importaciones lo hicieron a un ritmo muy
superior
y, por ello, exigen un análisis desagregado.
En el
curso de 2012, las muy adversas condiciones de la economía mundial
provocaron leves retrocesos tanto en las ventas externas, que
totalizaron 80.927 millones de dólares (-3,6 por ciento), como en las
adquisiciones, que quedaron en 68.508 millones de pesos (-7,2 por
ciento).
Durante el primer semestre de este año, se detecta una
también suave recuperación de las primeras, al llegar en ese lapso a
40.921 millones de dólares (más cinco por ciento) que coincide con el de
las importaciones, que lo hacen más aceleradamente pues suman 35.967
millones de dólares (+9,2 por ciento). En este caso, juegan un rol muy
importante las adquisiciones externas de combustibles líquidos y
gaseosos, que han llevado a reducido el saldo del balance de pagos a
4.955 millones de dólares; 15 por ciento inferior al de 2012, dado que
por sí solos significaron un desequilibrio negativo de 3.247 millones de
dólares.
El importe antes referido de envíos al exterior está
compuesto por cuatro grandes rubros que han tenido comportamientos
bastante diversos.
Los “productos primarios” son aquellos que no
fueron objeto de procesos sensibles de transformación, identificados
como “materias primas básicas”, aportan el 27,8 por ciento de las
divisas, con 11.393 millones de dólares, y logran el mayor aumento
interanual (+20,2 por ciento).
En cuanto a los productos
industrializados, se distinguen entre los que requieren insumos
provenientes del sector agropecuario –que insisten indebidamente en
adjudicarlos en forma total como si fueran elaborados por ellos.
Durante el semestre, alcanzaron la cifra más elevada, con 13.454
millones de dólares (32,9 por ciento del total general), pero apenas 3,3
por ciento por encima de idéntico lapso de 2012.
Con números muy
semejantes, aparecen las manufacturas derivadas de materias primas que
no surgen del campo, con 13.201 millones de dólares (32,3 por ciento),
lo que implica una superación de 4,1 por ciento.
Cierra el cuadro
semestral de ventas externas el rubro “combustibles”, que viene
descendiendo de forma ostensible, pues sólo logró 2.873 millones de
pesos (siete por ciento) y resulta inferior en un 19,4 por ciento a lo
realizado en 2012.
Debe tenerse muy presente que hasta 2010 esta
especialidad arrojaba saldo positivo, pero luego, y en forma creciente,
las importaciones las excedieron cada vez con más holgura,
como
consecuencia de nuestra menor producción.
Según el nuevo
presidente de YPF (se reestatizó el 51 por ciento del paquete accionario
de la empresa), restablecer la actividad a pleno “llevará entre cinco y
seis años”.
En materia de importaciones, las adquisiciones de
bienes intermedios unitariamente suman 9.573 millones de dólares (26,6
por ciento), aunque la conjunción de bienes de capital y sus piezas o
accesorios trepan a 13.302 millones de dólares (37 por ciento).
Es
obvio que ello tiende a mejorar la capacidad instalada y rebasa en un
19,4 por ciento lo introducido en 2012. Esto es mirar al futuro.
Por Salvador Treber, Profesor de posgrado en Ciencias Económicas de la UNC. Fuente Diario La Voz