Desde caballos de polo a anticuerpos policlonales, la variedad de ventas al exterior se amplía anualmente. La tendencia es el desarrollo de productos con aplicación de tecnología para ingresar a mercados muy competitivos. No todos en la Argentina tienen hectáreas de soja o vacas para exportar. Tampoco producen acero o autopartes. Sin embargo -aunque muy lentamente- ganan espacio en mercados internacionales en base a productos exóticos o con alto componente tecnológico.
El economista Gabriel Sánchez, presidente del IERAL de la Fundación Mediterránea, asegura que los países emergentes que más rápido y sostenidamente crecen muestran una «continua transformación estructural que les permite tener una canasta exportadora más típica de países con mayor nivel de ingresos».
En un artículo publicado en «Indicadores de coyuntura» -editado por la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL)-, Sánchez apunta que el logro de esa mayor sofisticación «no es un camino lineal, sino que requiere invertir con riesgos en descubrir los costos locales o la demanda externa para productos nuevos en sectores modernos. El problema se agrava cuando no hay un adecuado marco institucional y de políticas y cuando no hay una apropiada acumulación de capacidades y de bienes públicos a las nuevas actividades».
En la Argentina, aunque hay experiencias exitosas, la estructura de las exportaciones presenta muy pocos cambios con el paso de las décadas. El fuerte siguen siendo las commodities. Y la tendencia -con un mundo que demanda cada vez más alimentos y con precios internacionales favorables- puede consolidarse y hacer que el cambio sea cada vez más difícil.
El 2006 cerró con 1.306 productos no tradicionales exportados y las estadísticas oficiales muestran que el número va creciendo de año a año.
“En la Argentina se pueden hacer cosas con o sin apoyo del sistema. Puede ser más difícil lograrlas, pero se alcanzan”, señala a LA MAÑANA, Nelly Colauti, del laboratorio cordobés Natocor, que exporta productos de biotecnología a varios países de Europa y a Nueva Zelanda.
La empresa -de tipo familiar- comenzó exportando suero fetal bovino hace 18 años, “entonces una revolución”, dice Colauti. “En la actualidad los reemplazos son cada vez más rápidos. Hay revoluciones genómicas permanentes”, agrega.
Natocor, fundado en 1986, en Villa Carlos Paz, es la única empresa de su tipo en la Argentina. Es una experiencia de biotecnología avanzada que responde a las necesidades de la industria fármaco-biológica nacional y del exterior.
Hoy, además de exportar los sueros animales, venden anticuerpos policlonales (Antiferritina Humana, Alfa 1, Glicoproteina ácida, Transferrina) a España, Italia, Francia y Alemania. Se utilizan para diagnósticos y para terapias génicas.
También envían sales biliares bovinas (utilizadas en la producción de medicamentos) a Nueva Zelanda.
La empresa cuenta con laboratorios en Villa Carlos Paz y José de la Quintana, donde también posee un bioterio en el que se crían los animales utilizados en la producción.
Los demandantes de los productos son industrias químicas, laboratorios e industrias de biología molecular.
“Son elaboraciones sofisticadas que requieren un complejo proceso para ser exportados ya que, por ejemplo, hay que ser muy cuidadosos con la cadena de frío. Existen productos que deben ser mantenidos a dos grados, otros a 20 grados bajo cero y algunos a temperatura ambiente. Es una logística particular”, explica Colauti.
- ¿En la Argentina ese proceso es más difícil que en otros lugares?
- No, le diría que es mejor. Hay compromiso con lo que se hace y sentimiento de orgullo en poder exportar productos de alta calidad.
Colauti prefiere no hablar de cifras e insiste en rescatar “los avances impensables que, cada día, se logran con la biotecnología”.
El número de gente que trabaja en Natocor es estacional y los desarrollos de productos se hacen en el propio laboratorio.
Desde la Cámara de Comercio Exterior de Córdoba, la empresa es considerada un “ejemplo en todas las aristas”.
Descubrir e intentar
En su texto, el economista Sánchez afirma que el descubrimiento de las nuevas exportaciones requiere que un empresario “pionero” destine recursos para investigar si la nueva actividad es “factible y rentable”.
Subraya que no puede dejarse el resultado “librado al mercado”, ya que “puede no dar señales” de si la actividad requerirá insumos, comercializadores, mano de obra o infraestructura especializada.
En la Argentina las nuevas exportaciones, en los últimos 15 años, han estado concentradas en sectores intensivos en recursos naturales (minería e hidrocarburos) y asociadas a procesos de privatización y/o desregulación.
“Estas actividades enfrentaban una incertidumbre relativamente baja, ya que gozaban de una ventaja comparativa obvia y sólo requerían una adecuada explotación y organización empresarial”, continúa Sánchez.
En ese período también surgieron exportaciones nuevas en sectores vinculados a ventajas comparativas como son alimentos, productos de tabaco y material de transporte.
Un análisis de las inversiones industriales entre 2002 y 2006 marca que se han concentrado en actividades “seguras”. “Se invierte relativamente poco en descubrir nuevas”, plantea el texto.
En este escenario, de todos modos, surgen casos cuyas ventas externas en los ’90 eran insignificantes y hoy suman entre 30 y 300 millones de dólares.
Así surgen casos como el de los arándanos, los formatos televisivos, los productos de biotecnología aplicados a la salud humana, el software y hasta las embarcaciones deportivas.
De acuerdo a estudios elaborados por el IERAL de la Fundación Mediterránea, en Argentina predomina un modelo de descubrimiento de nuevos productos de exportación liderado por empresas “locales con un gran espíritu emprendedor, que los lleva a resolver por sí solas las fallas de coordinación y de mercado que enfrentan”.
En algunos de estos casos -consigna el documento-, los mercados mundiales eran lo suficientemente atractivos como para justificar la experimentación. En otros, representó el movimiento desde actividades tradicionales en las que la rentabilidad había encontrado techo.
En ese segmento, precisamente, había cierta complementariedad productiva o en la comercialización entre lo que las empresas veían realizando y los nuevos productos a explotar.
Sánchez apunta que son pocos los casos en que las nuevas incursiones “nacen de capacidades generales y sin estar vinculadas a actividades más tradicionales”.
Mineral con valor agregado
Aislater es otro caso de una pyme cordobesa de origen familiar que gana mercados con una exportación no tradicional: vermiculita, un mineral con numerosas propiedades, entre las que se cuentan las de ser absorbente, aislante, liviana, durable.
La empresa tiene su área extractiva en el valle de Punilla y la planta industrializadora en la ciudad de Córdoba. Emplea a 26 personas en total y exporta a todo el Mercosur excepto Brasil y Chile.
Abandonó el mercado externo durante algunos años y ahora -cuando también explotó el consumo interno de vermiculita- volvió. Desde la compañía Patricia Burgio explica que el mineral tiene 13 rubros de aplicación, entre los que sobresalen la construcción, la limpieza y el agro.
Están desarrollando productos para agregarle valor a las exportaciones. Trabajan en placas aislantes y estructuras recubiertas para la construcción y en aplicaciones para el campo “ya que es una solución 100% ecológica para cultivos intensivos”.
La demanda externa va en alza y las expectativas de facturación crecen con el añadido de valor.
Caballos en el aire
Los caballos de polo, de salto y de furia constituyen otro rubro de exportación en crecimiento. Son varios los haras cordobeses que envían sus animales a Europa, Estados Unidos y a los principados árabes.
Las estimaciones del sector indican que, diariamente, unos 24 animales se exportan con precios que oscilan entre los 20 mil y los cien mil dólares. Multiplican por diez los precios que se pagan en el mercado interno.
Aunque siempre los caballos argentinos tuvieron buena inserción mundial desde la salida de la convertibilidad, el negocio viene creciendo.
Soja tostada especial
La Oriental, un establecimiento agroganadero de la localidad cordobesa de La Cesira, es la única empresa exportadora de soja tostada natural que tiene el país. Vende 10 mil toneladas mensuales a Chile.
Es una variedad especial de la soja desactivada para alimento de animales. Tiene menos humedad, el 6% en lugar del 13% habitual. La especificidad le eleva el precio de manera notable.
Las 10 mil sojas van directo a Súper Pollo, una de las faenadotas más importantes de Latinoamérica.
El gigante compra toda la soja tostada que produce La Oriental. “Los embarques van primero a Rufino y de ahí en tren a Mendoza, desde donde cruzan la cordillera -explica Hugo Marengo, administrador de la empresa-. Sería imposible hacer los envíos por camiones porque significaría un tránsito total de 700 camiones mensuales”.
El establecimiento agrícola fue fundado hace 126 años por el uruguayo Rómulo Chopitea, abuelo de Daisy Chopitea, conocida por integrar la comisión directiva de COAS que, cada año, organiza la Feria de las Naciones en la Rural de la Ciudad de Buenos Aires.
Exóticos también
En el campo de los agroalimentos, hay varios no tradicionales cuyas ventas al exterior suben muy por encima de la tendencia general. Son los casos del membrillo fresco o aceitunas, que crecieron 449% y 237%, respectivamente entre 2005 y 2006.
Según un trabajo de la Fundación Exportar, los 20 productos agroalimentarios cuyas exportaciones más crecieron en el último año tienen como principales destinos Brasil y el resto del Mercosur, y la Unión Europea.
También hay algunos destinos exóticos, como las Antillas Holandesas, donde va buena parte de la lechuga de exportación; Filipinas e Indonesia, que compran leche en polvo, y Siria y el Líbano, principales consumidores de yerba mate fuera de América del Sur.
Las exportaciones de arándanos -cultivado en el sur del país- tienen buen ritmo de avance pese a la fuerte competencia de Chile y Nueva Zelandia.
Sánchez enfatiza que, para cambiar la estructura de las exportaciones tradicionales, hay que reforzar la cooperación entre el Estado y el sector privado. El ejemplo a seguir que apunta es el de Chile. Por Gabriela Origlia. Diario La Mañana de Córdoba