Desde la devaluación de enero de 2002, la paridad entre el peso y el real viene favoreciendo ampliamente a la Argentina. Tanto que hoy el tipo de cambio real (es decir, sin contar la inflación) bilateral está en el nivel más alto de los últimos 15 años. Sin embargo, desde 2003, la Argentina viene registrando un déficit comercial con Brasil cada vez más importante: el año pasado el intercambio bilateral concluyó con un rojo récord para la Argentina de casi 4.000 millones de dólares, el doble del registrado en 2004.
A pesar de los esfuerzos oficiales, se estima que este año el desbalance podría ser similar o, incluso, un 10% mayor si la economía local sigue creciendo como hasta ahora. Hay un dato que ya encendió luces amarillas: en enero, el déficit comercial fue de 314,8 millones de dólares.
Si bien los números globales preocupan, al desagregar las cifras es cuando comienzan los nervios. En los rubros industriales el déficit comercial con Brasil bordea los 5.500 millones de dólares ya que en bienes primarios Argentina es superavitaria.
En autos y autopartes, en 2005 el déficit fue de 1.704 millones de dólares y en maquinarias y aparatos eléctricos el rojo fue de 1.868 millones de dólares, mientras que en productos del reino vegetal la balanza del intercambio favoreció a la Argentina en 917 millones de dólares.
Al mismo tiempo, las exportaciones argentinas a Brasil suben a un ritmo lento, mientras las importaciones desde Brasil no paran de aumentar. Esto se debe a que la Argentina está creciendo a tasas altas, pero también a que Brasil fue aminorando su dependencia de productos primarios y de energía —que antes importaba desde la Argentina—, mientras nuestro país acrecentó su dependencia de los productos industriales brasileños, como autos, bienes de capital y de consumo durables.
"Hay razones estructurales y de política económica que explican este déficit con Brasil", asegura el ex Secretario de Comercio Exterior, Alejandro Mayoral. "Entre las estructurales se destaca el tipo de exportaciones que mayoritariamente realiza la Argentina, como soja y derivados. Y en ese campo Brasil es competitivo, también exporta soja o carne. O sea, en lo que la Argentina es fuerte —en medidas muy similares—, también lo es Brasil y eso restringe las ventas argentinas a ese país. Además, Brasil se dedicó institucionalmente a tener una política de promoción de las exportaciones. En cambio, la volatilidad de la política de exportaciones de la Argentina ha sido una constante".
Mayoral agregó que, en la coyuntura, la política de prefinanciación de exportaciones en Brasil con altas tasas de interés internas favoreció las exportaciones brasileñas. "Entonces los exportadores brasileños pueden vender más barato, pese a que el tipo de cambio no los ayuda, porque pueden colocar los fondos de las pre y post financiaciones a las altas tasas domésticas y parte del beneficio financiero lo trasladan al precio. El desfase cambiario lo compensan con las tasas".
El otro cambio
La consultora Beatriz Nofal aclara que, si bien el tipo de cambio bilateral favorece a la Argentina, hay que mirar "el tipo de cambio efectivo". "En Brasil hay diferentes mecanismos de financiación de exportaciones que hacen que el exportador tenga acceso a un bajo costo financiero —Libor más 2%— por un período largo (unos 210 días). Ese dinero puede ser colocado en el circuito financiero local a tasas altas. Por ejemplo, las tasas pasivas están en el 13%. Entonces si bien el tipo de cambio nominal desfavorece la exportación, por los mecanismos financieros —que no deberían usarse en un bloque común como el Mercosur— hace que la tasa de interés real sea tan alta que compensa y beneficia más al exportador".
Nofal dice que la composición del comercio bilateral muestra que "los celulares en gran parte se importan de Brasil. También autos y maquinarias vienen de Brasil. Por eso, aunque somos un mercado relativamente pequeño, para Brasil somos el número 1 para algunos productos de valor agregado brasileños".
Por ejemplo, el año pasado Brasil exportó celulares por 2.400 millones de dólares. Los principales mercados fueron los EE.UU, seguidos por la Argentina y Europa. En unidades, las exportaciones sumaron 32,9 millones sobre una producción de 65 millones de aparatos, según los datos de ABINEE (Associaao Brasileira da Indústria Elétrica e EletrÉnica). Estados Unidos, el principal cliente, importó 9,8 millones de unidades, Argentina 7,5 millones y la Unión Europea 4,1 millones. El resto se distribuyó entre otros países.
Con el comienzo del armado de celulares en la Argentina más un mayor impulso de la industria automotriz se espera que se desacelere el déficit comercial, al menos en estos dos rubros, pero el resultado neto se vería recién a mediano plazo.
Al mismo tiempo habrá que estar atento a las eventuales modificaciones en las políticas cambiaria y financiera de Brasil a partir del reemplazo de Antonio Palocci por Guido Mantega, al frente del Ministerio de Hacienda. Si bien el nuevo funcionario aseguró que continuará la política de su antecesor, se lo define como "mas industrialista" y "menos fiscalista" que Palocci. Un guiño lo dio cuando dijo que debería bajar la tasa de interés.
Crecer cuesta
Para Mariano Lamothe, de la consultora Abeceb, "en general los saldos comerciales no se explican sólo por la paridad cambiaria. Hay una fuerte correlación entre los saldos comerciales y los ciclos económicos de los países. Cuando la Argentina crece mucho se transforma en importador neto de Brasil. Y lo mismo pasa con Brasil. A esto se agrega que Brasil es mucho menos dependiente de las importaciones que la Argentina. En Brasil, muchas industrias maduraron y lo que antes Brasil importaba ahora no solo se autoabastece sino que exporta".
A comienzos de año, Brasil y Argentina acordaron poner en marcha el Mecanismo de Adaptación Competitiva (MAC) para restringir las importaciones si un país se considera afectado por las exportaciones del otro. El instrumento dispone que los sectores privados de ambos países de la actividad involucrada, bajo la amenaza del MAC, se pongan de acuerdo entre sí y así el país importador no recurra unilateral y compulsivamente a restringir el comercio.
Según Maximiliano Scarlan, de Abeceb, "algunos rubros continúan bajo seguimiento en la Comisión de Monitoreo Comercial entre Argentina y Brasil, por pedido de nuestro país, como lavarropas, televisores, baterías y corderoy. Están bajo seguimiento por pedidos de Brasil productos como vinos, lácteos y arroz".
Otros rubros que podrían ser susceptibles de algún acuerdo eventualmente son: calzados y toallas. En el caso de calzados existe cierto acuerdo tácito entre privados de ambos países, aunque son frecuentes las denuncias de los productores locales.
En algunos productos como cocinas o heladeras de no renovarse el acuerdo anterior, podría contemplarse la posibilidad de pedir del MAC.
Como balance del accionar de la Comisión de Monitoreo Comercial Argentina-Brasil, Scarlan dice que podría afirmarse que "los acuerdos alcanzados entre privados fueron relativamente cumplidos y tuvieron cierta efectividad para regular las importaciones, principalmente desde Brasil hacia la Argentina. De todas maneras, no da solución a las dificultades estructurales de cada producto en Argentina. Y en muchos casos, si bien se atenuó o frenó el crecimiento de las compras a Brasil, se originó cierto desvío de comercio hacia la importación de productos de otros países que reemplazaron parcialmente a los brasileños".
Ahora la atención está centrada en el nuevo régimen automotor que negocian los dos países, después que se resolvió volver a postergar el inicio del libre comercio que debía entrar en vigencia el pasado 1º de enero.
La Argentina argumenta que como están las cosas, el libre comercio arrasaría con las terminales automotrices radicadas en la Argentina y con parte de las autopartistas. Por eso quiere que continúe un régimen administrado, más equilibrado y con mayor uso de partes nacionales.
Si Brasil crece más, es posible que baje el déficit comercial argentino. Pero seguirá el verdadero problema: el vecino necesita cada vez menos los productos argentinos.
Por Ismael Bermúdez
Clarín