Lo
cierto es que los hermanos Espinosa han sido unos verdaderos genios con la creación
de los bocaditos de manzana que hicieron hace quince años atrás en Roca. Hasta
ahora no les ha aparecido competencia alguna en el país ni en el mundo, hicieron de
una pasta de manzana rallada elaborada artesanalmente -combinada con higos,
ciruelas, uvas, duraznos y nueces- una exquisita y sofisticada confitura que hoy busca
un lugar especial en el mundo.
En esta pretensión, en pleno boom
exportador argentino, la marca que conocíamos hasta ahora, "Espinosa Hermanos",
debió transformarse en "Bomfrut SRL" (por bombón de fruta, se entiende) con tres
exigencias básicas: cambiar la imagen del producto, armar una sociedad comercial
distinta y detectar y contactar nuevos mercados, preferentemente en el exterior, para
ubicar lo producido.
Para semejante proyecto, estos artesanos de la
manzana incorporaron a su empresa a Rodolfo Frank (contador público que recién
termina una maestría de gestión empresarial en la Universidad del Comahue), que desde
hace pocos meses pretende ayudar a cambiar la suerte comercial y financiera de los
Espinosa.
"Para largarnos hacia afuera del país hay que tener 60.000
bocaditos de manzana listos para embarcar. Y la tecnología que tenemos alcanza para
multiplicar esa cifra por diez", dice Frank, desde su lugar de marketing y
comercialización.
Hasta ahora, los hermanos Espinosa pensaban el
producto o una variante de él, lo experimentaban y lo ofertaban en el mercado. Ahora
eso no va más: es el cliente el que ordena el producto, a partir de su necesidad.
Ejemplo: meses atrás, desde Los Angeles, EE. UU., el chef Jorge Valdez aterrizó en Río
Negro y se alucinó con el licuado de manzana que los Espinosa producen también desde
hace años en botellas de 340 cm3. "Quiero eso para vender en mi programa de cocina",
exigió el caído del Norte, con entusiasmo y sacando cuentas. "Eso sí, pónganle ají
picante a la preparación: es así como la van a comprar quienes me siguen en la cocina.
Es la moda de lo latino". Habrá que ponerle picante, entonces, si él lo dice. ¿Tiene que
llevar su nombre en la etiqueta? ¿Cuál es el problema en cambiarla, y que diga
"Hermanos Espinosa" chiquito, abajo de Jorge Valdez? Ninguno: hay que vender. Son
las reglas del mercado. Como las que les plantea también DHL, una multinacional
distribuidora de alimentos por avión que demanda productos patagónicos para EE. UU.
con urgencia. O los brockers de Buenos Aires, que les abren escenarios a estos
roquenses en España, Alemania y Corea.
"Lo reconfortante de esto,
además, es que producimos ingresos genuinos a la vida económica de la Argentina y
que nos ampliaríamos a varios más ante la necesidad de contratar mano de obra para
cumplir con las exportaciones", confía Frank, siempre tan respetuoso con el genio
creador de los Espinosa. En esta nueva movida quienes siempre pusieron "manos a la
obra" porque quisieron y no les quedaba otra ahora tendrán que asumir funciones de
supervisión.
Empezaron hace quince años atrás, en una sencilla cocina, a
fabricar 300 bocaditos de manzana rallada por día para venderlos en las ferias y fiestas
regionales. Después pasaron a 3.000 por día y hoy no los para nadie.
Comenzaron
un día haciendo lo que tanto les gustaba con el fruto típico del Valle y con algo de
suerte -no hay que olvidarse de ella- vendieron su producción. Hoy, antes de hacer
algo deben testear sí o sí el gusto de sus potenciales clientes. Y después, rallador en
mano, a la bolsa.
Son otros tiempos. Se adaptaban y cambiaban o no
dejaban de ser los "queridos artesanos" que siempre conocimos.
¿La aldea
o el mundo? Ese dilema no lo tuvieron. "Es que de la aldea al mundo ha sido nuestro
camino: es así como se valora nuestro producto. Orgánico, artesanal y patagónico",
dicen los Espinosa, expectantes por los nuevos horizontes que se les
presentan.
Dos productos exitosos
Los hermanos Espinosa
ofrecen dos productos.
Uno, "los bocaditos de manzana". Es una pasta de
manzana rallada elaborada artesanalmente, que combina higos, ciruelas, uvas,
duraznos y nueces. No tienen espesantes ni colorantes. No es un dulce sino una
confitura. Al elaborarla a menos temperatura que el dulce y con menos cocción,
mantiene las propiedades de la fruta. Es rica en vitaminas, hierro y otros minerales.
Se la encuentra en los estantes de Alto Palermo Shopping, Bonafide y microcentro
porteño.
También en Río Gallegos, Comodoro Rivadavia y otros puntos del
Sur, donde los turistas se lo llevan de recuerdo de la región.
En quince
días más aparecerá en algunos mercados de la zona ya con la nueva marca, "Bomfrut".
Y con sabores nuevos, además de los tradicionales. Se encontrarán bombones de
frambuesa, naranja, limón y banana, entre los conocidos.
El otro
producto, "manzana bebible". Está preparada con pura pulpa de manzana, con bajo
contenido de azúcar, sin conservantes, colorantes ni aromatizantes artificiales. El
proceso de este alimento permite conservar las propiedades de la fruta, rica en
vitaminas y minerales.
Fuente: Diario Rio Negro