Tras la frustración de octubre pasado, una nueva etapa se ha iniciado en la negociación entre el Mercosur y la Unión Europea. Difícil es aún predecir cómo evolucionará y cuándo concluirá. Algunas precisiones deberían surgir de la reunión ministerial prevista para abril. Al momento, tres datos son destacables. El primero es que ambas partes aspiran a concluir en plazos razonables un acuerdo ambicioso y equilibrado.
El segundo es que aún no se ha fijado una fecha para que la negociación culmine. Quizá sea preferible no hacerlo. De hecho, se está restableciendo la simultaneidad de los tres frentes negociadores del Mercosur -el de la Organización Mundial del Comercio (OMC), con los Estados Unidos en el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y con la Unión Europea-. Tomando en cuenta la cuestión agrícola, ello es conveniente e inevitable.
El tercero es que ahora se cuenta con una rica experiencia negociadora. Es recomendable capitalizar lo positivo y superar deficiencias (por ejemplo, del lado del Mercosur, la ausencia de una instancia negociadora común permanente).
Para culminar con éxito, la negociación requiere aire fresco. Son útiles nuevas ideas que tomen en cuenta cambios en la realidad global. Lo esencial es el predominio del enfoque político y estratégico. Sólo así podrán desatarse nudos complejos de una agenda negociadora con contenido económico, cuyos plenos efectos madurarán gradualmente por su impacto en el comercio y en las inversiones.
En tal perspectiva, se pueden dar tres sugerencias. La primera es acrecentar la participación empresarial en la negociación. El Foro Empresarial Mercosur-Unión Europea (www.mebf.org) debería desempeñar un papel relevante como fuente de ideas y espacio de concertación de intereses. Su reunión plenaria, el 31 de este mes en Luxemburgo -con la presencia del presidente Lula- es una oportunidad para que los negociadores reciban la opinión empresarial. La segunda, es otorgarle un lugar central en la agenda negociadora a la cooperación económica para la reconversión de sectores sensibles.
Asimismo, ideas como las del reciente informe del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y las de la Fundación Konrad Adenauer sobre la cooperación conjunta entre el Mercosur y la Unión Europea en beneficio de Paraguay, Uruguay y Bolivia, permitirían colocar la asociación birregional en una perspectiva de desarrollo solidario ( www.cari1.org.ar ).
La tercera es tornar explícita la dimensión triangular -de profundas raíces históricas- de las relaciones políticas y económicas entre un Mercosur de proyección sudamericana, la Unión Europea y los Estados Unidos. Ello facilitaría lograr acuerdos razonables y ambiciosos en los tres frentes negociadores.
Por Félix Peña, especialista en Relaciones Económicas Internacionales.
Esta columna se realiza con la colaboración del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación BankBoston.
Fuente Diario La Nación